jueves, octubre 28, 2004

28 de marzo de 1993, domingo

Hoy me he levantado pronto, en casa de James. Ayer decidimos que dormiríamos en casa de James Julia, Audrey y yo, por que así sería más fácil proteger a los civiles. Cuando me he levantado he dejado a Audrey a cargo del fuerte y he salido a correr y a misa. Cuando he vuelto a la casa me he encontrado con que Julia había desaparecido y Audrey ni se dio cuenta. Revisando la habitación de Julia vimos que había dejado una nota garabateada a toda velocidad diciendo que tenía que hacer unas cosas por su cuenta. Pero la ventana estaba forzada por fuera, y había restos de un disparo hecho con un arma de aire comprimido en el alfeizar de la ventana, así que las pruebas parecían contradecir la nota. Alarmados llamamos a Molly. Ella dijo que nos quedáramos en la casa, que ella venía hacia aquí. Cuando llegó revisó la habitación. Todo indicaba a que Julia había sido secuestrada. Casi llego a las manos con Peter, por sus ingeniosos comentarios al respecto de la protección de los civiles. Pero Molly (Dios le ha bendecido esos ojos suyos, no se le escapa ni un maldito detalle) me llevó a parte para decirme que había no uno, sino dos coches vigilándonos, en esquinas opuestas de la casa. Cansado de estar siempre por detrás de todo, decidí que tomáramos la iniciativa con estos tipos. Iba a averiguar quienes eran, así que trazamos un plan; Peter y yo saldríamos en coche para interceptar uno de los coches mientras que las chicas nos cubrían vigilando el otro coche. La cosa salió mal. Uno de los coches nos siguió pero el otro salió escopetado. Decidimos cambiar el plan sobre la marcha; nos apeamos del coche y lo encañonamos, dándole el alto. Pero los tipos tenían otras nociones al respecto, así que dieron marcha atrás a toda leche. Yo disparé al conductor y la ventanilla reventó, pero con todo y con eso consiguieron escapar. Por lo menos las chicas consiguieron anotar la matricula. Tras las explicaciones pertinentes a la patrulla que vino a investigar, decidimos mudarnos de localización, para no ser tan fáciles de localizar. Peter sugirió un hotel en los bajos fondos donde pasaríamos desapercibidos, así que allí fuimos. En el hotel ocurrieron varias cosas relevantes. La primera es que Audrey recibió una llamada del asesino, diciendo algo así como que solo ella podía verle, aunque no pararle, y que iba a matar a alguien esa noche en Cabrini Green.
La segunda es que recibimos la visita de un extraño tipo muy trajeado que sabía dónde estábamos (¿cómo?), diciéndonos que no teníamos que preocuparnos por la vigilancia, ya que esta era llevada a cabo por los mismos que habían influido para formar el equipo y que la quitarían si nos dificultaba la investigación. Además nos dijo que podrían levantar algo la mano si nuestras investigaciones nos llevaban a hacer algo no demasiado legal. El tío era un jodido arrogante, y no nos dio buena espina a ninguno, pero lo que pasó cuando el se fue nos borró, de momento, todas las ganas de elucubrar sobre ello.
De pronto, la puerta reventó, al igual que las ventanas, y cinco tipos harapientos entraron armados de cadenas, palos y navajas, gritando algo así como "por el santo Torso". Se armó el Pandemonio. Tras esquivar un cadenazo, derribé a uno de un disparo y un golpe con la culata de mi pistola, y reduje a otro que atacaba a Molly. Cuando logré esposarle, el hijo de puta me había hecho un corte en el brazo. Todo había ocurrido muy rápido y el resto había logrado librarse de sus atacantes sin lamentar más que unas cuantas magulladuras. Llegaron bastantes coches patrulla y alguna ambulancia, que se encargaron de los harapientos. También llegó Julia, que sabía donde estábamos por que había hablado con Peter. Cuando le contamos lo que había sucedido, se sorprendió mucho. Le preguntamos por qué había desaparecido, y nos dijo que se había ido a trabajar en un encargo muy urgente de su empresa, y que se había despedido de James al salir. Nosotros nos miramos, dado que sabíamos que ambas cosas no eran ciertas. Pero teníamos muchas cosas que hacer antes de hablar con ella.
Para empezar, ver si estábamos pinchados, ya que todo el jodido mundo parece saber donde estamos a cada momento. Para eso, vamos a la empresa de Julia, en la que un técnico encuentra todo tipo de emisores en nuestros coches. Decidimos tenerlos localizados, para poder "jugar" con nuestros perseguidores si nos conviene. Tras un rato de acalorado debate en la cafetería, decidimos que nos pasaríamos esa noche por Cabrini Green, para intentar detener al hijo de puta en cuestión. Peter y Julia decidieron, antes de eso, ir a ver a un par de compañeros de trabajo de Martín Whinfield para averiguar cosas sobre su comportamiento y sobre su relación con (), compañera de trabajo y con la que se rumoreaba que había tenido una aventura. El resto nos fuimos a comisaría a hacer algo de papeleo y prepararnos para la noche. Molly y Audrey se encierran a trabajar sobre distintos enfoques del perfil de Torso, a ver si consiguen averiguar algo. James se pone con los ordenadores. Pasa algo de tiempo cuando recibimos una llamada urgentísima de Julia; han encontrado asesinado al portero del edificio en el que vivía la mujer que iban a interrogar. Sin perder un segundo, cogemos el coche y pisamos bien el acelerador. Unos seis minutos más tarde estamos en la escena. El portal está cerrado, pero lo abrimos llamando al portero automático. Encontramos al portero, con el cuello rajado y la cara marcada por dos cortes simétricos. Armas en mano nos metemos en el ascensor, de camino al décimo. Solo tardamos treinta segundos, pero se me hacen eternos. ¿Por qué no nos habrán esperado? Me tortura pensar que el asesino esté allí arriba con Julia y Peter y lo que pueda hacerles. Pero yo hubiera hecho lo mismo. Por fin llegamos arriba, en el que hay mucho ruido procedente de un piso con la puerta abierta. Tomo la delantera, cubriendo la zona cuidadosa pero velozmente. Entramos en un recibidor que da a un pasillo. En el suelo está Donovan, algo aturdido, que nos señala la puerta. Tiene el chaleco de kevlar destrozado, rajado, pero no parece herido. Oímos un disparo. Sin pararnos, abrimos la puerta, y allí está Julia, gritando algo de que el asesino ha saltado. Me asomo a la ventana; hay unas escaleras de incendios, pero ni rastro de Whinfield. Julia nos dice que lleva una rehén. Mierda. Me lanzo escaleras abajo a toda velocidad, con el resto detrás a escasa distancia. Llegamos abajo sin novedad; es un parque que rodea el edificio Julia me señala un punto entre los árboles donde se supone que ha caído Whinfield. Allí hay huellas como si efectivamente un gran peso hubiera caído desde mucha distancia. Nos agrupamos, atentos a todo, por que el asesino no puede andar lejos. De pronto, Whinfield salta desde unos arbustos a nuestro lado. Todo es muy confuso; Audrey y Molly tratan de dispararle, pero el tipo es muy rápido. James se aparta de una cuchillada y yo veo una apertura y disparo. Sé que le he dado, pero no puede ser muy grave por que el hijo de puta se mueve como una pantera. Y de pronto, antes de que ninguno podamos hacer nada, el tipo salta. O algo así, por que nunca he visto a nadie elevarse como si tuviera una cama elástica debajo. Alcanza la rama de un árbol, se encarama y empieza a desaparecer en la espesura. Rápidamente Peter dispara entre las hojas... y un bulto cae al suelo. Me acerco cuidadosamente, encañonando la figura caída. Tiene el cuchillo a un lado, que aparto de una patada. Voy a esposarlo, pero me doy cuenta de que está muy malherido. La bala de Peter le ha entrado por la espalda, probablemente alojándose en un pulmón. Sin pararnos a pensar lo que el hijo de puta ha hecho, Molly y yo nos ponemos a tratar de estabilizarle, mientras James va a llamar a una ambulancia. El resto creo que se fueron a registrar los alrededores. No sé; los siguientes minutos se hacen eternos, el hombre parece que se nos va. Ha entrado en shock, pierde mucha sangre... Los minutos pasan, y Molly y yo cada vez estamos más desesperados. Pero por fin conseguimos restañar la herida y detener la hemorragia, y parece que el peligro más inmediato ha pasado. Llegan las ambulancias, y nos sentamos exhaustos. Han encontrado la rehén, inconsciente pero no herida. Audrey se ha hecho con el cuchillo, está pálida. En el hospital me siento a darle vueltas a algo que se nos escapa. Caigo en ello, es el niño. ¿Dónde ha escondido al niño? No va a poder hablar en algún tiempo, así que tenemos que exprimirnos bien la cabeza. Por fin Audrey cae en ello; la casa del primer Torso. Me acompañan a investigar Audrey y Julia. La zona está prácticamente desierta. Cuando llegamos, vemos que la casa de Michael Bendiss, el primer Torso, está condenada. Pero al lado del edificio de enfrente vemos un coche que ya conocemos; el fisgón de la casa de Whinfield, la noche de los primeros asesinatos. Nos acercamos a examinarlo, con mucho cuidado. No encontramos nada relevante, pero rajamos las ruedas en previsión de que los cómplices de Whinfield puedan escaparse (sabíamos que Whinfield había tenido compañía la noche que masacró a su familia)
Nos acercamos a la puerta. El porche no tenía nada de polvo, y la puerta estaba asegurada por una cadena y un enorme candado, ambos completamente nuevos y en buen estado de uso. Julia se puso inmediatamente con ello, y Audrey yo montamos guardia. Al poco, notamos que del edificio de enfrente salía un tipo furtivamente, tratando de que no le viéramos. Se dirigía a mi coche, y parecía que no hubiera notado que le habíamos visto. Le indiqué por señas a Audrey que me cubriera y me acerqué yo también al coche, sigilosamente, usando este como cobertura. Llegué a mi lado del vehículo y esperé un par de segundos hasta que noté al tipo acercarse a mí. Entonces me puse en pie, le apunté con mi escopeta y le di el alto. Y el tipo, sin cortarse un pelo, me lanzó una cuchillada con un machete que llevaba. Conseguí apartarme a duras penas, y sin pensarlo, le descargue un tiro en las piernas. Quería a ese hijo de puta vivo (sospechaba que si nos atacaba, debía ser uno de los secuaces de Torso). Justo en ese momento oí un grito de Audrey, y me giré justo a tiempo para ver como otro tío me apuntaba con un arma, pero no para echarme al suelo. Suerte que el coche y mi chaleco estaban ahí y el tío no pudo más que magullarme las costillas. Antes de que pudiera hacer nada acerca del tipo, Audrey me redujo la cantidad de problemas en uno colocándole una buena porción de postas en pleno pecho al cabrón, que se fue al suelo sin decir esta boca es mía. Mientras, mi otro atacante hacía amagos de levantarse, así que sin mayor contemplación, le di un buen culatazo que lo dejó inconsciente. Les esposamos al coche y Audrey, que ya había pedido refuerzos, se quedó vigilándoles.
Julia había reventado sin problemas el cerrojo, y me esperaba en la puerta. Entramos juntos en la casa, que estaba llena de polvo salvo por un camino marcado por un montón de huellas de pisadas. Estas conducían a unas escaleras que bajaban a un sótano. Antes de bajar, revisamos con cuidado las escaleras, notando que habían sido serradas; si no bajabas por un lateral, se partirían, llevándote a Dios sabe donde. La bajada fue como descender un círculo del infierno. La oscuridad era casi absoluta, solo rota por la luz de nuestras linternas. Las paredes estaban cubiertas de manchas mohosas. Flotaba en el aire un hedor viejo, a humedad, a cerrado, y a cosas mucho peores, pudriéndose en los rincones.
En el sótano había muchas estanterías, cubiertas de bultos oscuros. Al fondo vimos una puerta, y de ella salían gemidos de una voz infantil. Sin dejar de esperar un ataque, nos dimos prisa en llegar al cuarto. Allí nos esperaba una escena que casi nos hizo vomitar. Colocados en medio de la sala había dos sillones de orejas. En uno de ellos estaba el niño, al que le habían roto las rodillas con un pesado mazo que había tirado por ahí cerca. Estaba inmovilizado, atado con alambre espino, y su posición le obligaba a mirar al sillón que había colocado justo en frente. En él, un cadáver yacía abierto en canal, pudriéndose.
Liberamos al niño del alambre y tratamos de calmarle mientras llegaban los refuerzos, que se presentaron unos pocos minutos más tarde.
Todo eso ha ocurrido hace unas horas. Sé que esta noche no voy a poder dormir bien. Hemos cogido a ese cabrón, pero hay mucho cabo suelto aún. Además Audrey decía algo de que el cuchillo es un ancla del fantasma de Bendiss, o algo así, y que hay que destruirlo o todo volverá a empezar.
Que dios nos proteja a todos.





miércoles, octubre 27, 2004

27 de marzo de 1993, sábado

Hoy hemos conocido a Crow, el encargado del equipo. Es un tipo reservado y algo extraño, pero bueno, en general así suelen ser los de homicidios.
Nos ha reconfirmado lo que ayer nos adelantara Point. Debemos capturar al asesino, levantar el menor revuelo... mi misión es proteger a Julia y a James (mierda de vida) así que después de la reunión me los he llevado para que les asignaran un chaleco y un arma reglamentaria. Para evitar que McGovern se volara un pie a la mínima oportunidad, me lo he llevado a la galería de tiro, y hemos estado allí hasta la hora de comer.
Teníamos una cita con el resto del equipo en un restaurante cerca de comisaría. Allí Julia nos ha presentado a un nuevo miembro del equipo, Peter Donovan, un investigador privado que Julia parecía muy interesada en que trabajaracon nosotros. Parece que Crow ha dado el visto bueno, si bien algo a regañadientes. En el restarante hemos puesto en común varios datos sobre lo que averiguamos ayer:
- El cuchillo que se usó en los crímenes coincide con la descripción del que Whinfield compró a la casa de anticuarios (el cómo puede ser eso, dado el aparente estado de mala conservación del cuchilo, es un misterio).
- La niña, además de asesinada, fue violada, repetidas veces, antes y después de su muerte.
- Los crimenes coinciden con el modus operandi de un asesino en serie del siglo pasado, un tal Torso, llamado así por que eso era todo lo que el asesino dejaba de las víctimas. Torso murió en la Noche del Diablo, pero a mediados de los años treinta apareció un imitador, al que persiguió el mismísimo Elliot Ness, sin atraparle. Y ahora tenemos otro asesino imitandole.
También averiguamos otra cosa. El coche que la noche anterior nos estaba observando, volvía a rondarnos. Molly lo vio en frente al restaurante. Yo me acerqué camuflado entre la gente, pero antes de poder darle el alto salió disparado. No pudo verme, de ningún modo.
Recibimos una llamada cuando nos ibamos. El hijo de Whinfield había desaparecido del hospital donde estaba en observación. Nos encaminamos allí Audrey, Molly, Julia y yo, James se quedó en Central trabajando sobre el ordenador del sospechoso.
En la habitación del hospital nos encontramos otra escena dantesca; había un doctor asesinado, en el mismo estado que las mujeres de ayer, corazón arrancado y todo, aunque el trabajo parecía mucho más apresurado. Del niño, ni rastro.
Dejé trabajar a Molly en la escena y me fui a buscar al policía que debía estar de guardia. Me lo encontré en un tremendo estado de confusión saliendo del baño. Le interrogué sobre por qué había abandonado su puesto y no supo responderme. De hecho, el pobre hombre no tenía ni idea de lo que estaba hablando. Cuando vio el escenario se derrumbó. Le dejé en manos de otros agentes que ya se habían personado en la zona.
Audrey averiguó por una enfermera que habían visto a un intruso que coincidía con la descripción de Whinfield. Para asegurarnos, pedí que nos enviaran un retrato, y la enfermera confirmó que se trataba del mismo hombre, aunque el hombre que ella había visto tenía cicatrices recientes en la cara.
Pedímos a seguridad la cinta de la cámara de vigilancia, y nos dijeron que la enviarían a Central.
Decidimos tener una reunión en la comisaría. Y allí sucedió algo... pero me estoy adelantando.
Empezamos a poner en común datos en un despacho grande de la comisaría. Llevabamos un rato allí cuando la temperatura descendió bruscamente, aunque el termostato no marcaba ningún cambio. Y lo que era más enervante era la sensación, la misma que tuvimos ayer en la casa cuando las luces se apagaron. Audrey nos ordenó que salieramos del despacho rápidamente. Sin saber muy bien por qué, obedecimos.
En el despacho de Molly reanudamos la reunión. Audrey intentó convencernos de que a lo que nos enfrentamos es alguna clase de fenómeno sobrenatural. Evidentemente la idea se encontró con la oposición frontal de casi todo el equipo. ¿Fantasmas? A pesar de todo escuchamos lo que tenía que decir, ya que los sucesos de la noche anterior nos habían hecho replantearnos una negativa cerrada a cualquier posibilidad por traída por los pelos que pareciera.
Entonces llegó un paquete a nombre de Audrey, por paquetería urgente. Estabamos dudando sobre que hacer cuando el paquete se movió. Julia lo examinó, para ver si tenía algún tipo de mecanismo trampa, pero resultó que no. El paquete parecía húmedo por debajo, una mancha húmeda y oscura.
Audrey decidió abrirlo. Dentro había un corazón humano, medio comido, y una especie de abalorio hecho de huesos y oro, parecía antiguo. Todos nos quedamos un momento paralizados, pensando en que eso nos lo había hecho llegar el asesino. Molly examinó el organo y dictaminó que llevaba un par de horas frío, así que podía pertenecer al médico asesinado. Todos nos quedamos un poco abatidos mientras Molly guardaba ambas cosas en bolsas de pruebas, para examinarlas más trade, y las metía en su maletín.
Ese hijo de puta sabe mucho de nosotros. Por lo menos, de Audrey. Mucho más de lo que a mí me gusta, en cualquier caso. Pero lo peor llegaba ahora.
Un par de minutos pasan mientras hablamos, algo alterados, sobre el envío. Y entonces el maletín de Molly comienza a moverse violentamente. Los cierres se abren, y sale del maletín un frío atroz, que envuelve la sala. Y en medio del maletín abierto, está el corazón, dentro de su bolsa, latiendo. Latiendo, por Dios santo, un corazón muerto y arrancado. Y de pronto, del corazón surge sangre, que tiñe la bolsa y forma la palabra TORSO.
En el despacho cundió el pánico. Alguien, no sé muy bien ahora quien, sale de la sala, gritando despavorido. Nadie sabe que hacer, y yo decido que ya está bien, esa jodida mierda es antinatural. Así que cogí la bolsa, con su corazón pulsante, la metí en una papelera y lo machaqué a conciencia con un pesado pisapapeles que había ahí.
Lo siguiente que pasó es bastante confuso, muchos gritos, un CSI entrando y pidiendo mi cabeza por destruir pruebas, y Crow, presentandose y mirandonos con cara de poker cuando le contamos lo sucedido, discusión posterior con Molly...
Antes de volver a casa, nos llegó la cinta de seguridad del hospital. En ella, un hombre de gabardina se acerca al policía de guardia, hace algo y el policía se va tranquilamente. El hombre es Martin Whinfield, aunque su cara está deformada por heridas recientes (luego averiguamos que Torso tenía la cara llena de cicatrices rituales, es posible que sean estigmas imitandole). Luego se ve entrar al doctor asesinado, y después, durante un rato nada, hasta que la enfermera que descubrió el cuerpo entra en la habitación y sale chillando. Parece que tenemos un culpable, pero hay algo que no me encaja.
Ver eso salir del maletín, envuelto en bruma, es una de las cosas más aterradoras que he visto jamás. Y parece que esto no ha acabado aún, y que se pondrá mucho peor antes de mejorar.

sábado, octubre 23, 2004

26 de marzo de 1993, viernes, Evanston, Chicago, continuación

Una vez abajo, examiné cuidadosamente la tierra alrededor de la zona, pero sin encontrar rastros. Ya iba a entrar en la casa cuando por el rabillo del ojo vi algo moverse. Siguiendo el movimiento rápidamente, rodeé la casa y encontré las puertas a un sótano. Una de ellas estaba abierta, y se atisbaban unas escaleras que bajaban en la oscuridad. Molly me vió desde la cocina, y le hice señas para que viniera a cubrime. Encendí la luz acoplada a mi arma y esperé unos segundos a que Molly bajara. Cuando llegó, bajamos por la escalera muy muy despacio, con extraordinario cuidado.
De nuevo hacía ese frío que llegaba hasta los huesos y te helaba por dentro. He estado en muchos asaltos, he recibido disparos, cortes... pero la sensación de angustia antes de entrar en combate no es nada parecido a lo que sentí entonces. Al llegar al final de la escalera encontré un interruptor de una bombilla que colgaba pelada del techo del sótano. Pero al accionarla no funcionó. La sensación de frío era cada vez más intensa. Comenzamos a examinar cuidadosamente el espacio a nuestro alrededor. El sótano estaba lleno de estanterías, cubiertas todas ellas de lo típico que puedes esperar en cualquier sótano; cacharros, latas de comida, cajas de cartón... la luz de las linternas le daban un aire siniestro a todo, pero de momento no había rastro de ningún intruso, aunque el espacio a cubrir era grande.
Al poco oímos la voz de Audrey, que había abierto una puerta dela cocina que daba al sótano y algo de luz se colaba por el hueco de la escalera. En ese momento bajó por la escalera trasera, tras identificarse, uno de los agentes de guardia. Al parecer McGovern había pedido refuerzos. Arriba Julia y Audrey discutían sobre como bajar luz al sótano, y tras no encontrar bombillas, improvisaron una antorcha con aceite y una sartén, creo. No es que fuera muy importante, por que cuando empezaban a bajar las escaleras, una ráfaga de viento en el sótano la apagó... y también nuestras linternas. Todos nos quedamos parados, la temperatura había bajado otro par de grados, y en ese momento sentía algo pasarme al lado. Pasaron unos segundos y nuestras linternas volvieron a la vida. Me apresuré a salir escaleras arriba y a buscar marcas de huellas en la tierra circundante a la casa. Encontré unas que se internaban en la propiedad y las seguí a toda leche, con el arma a punto. Las huellas acababan junto a la reja límite de la propiedad; había marcas en el seto que cubre dicha reja, como si alguien la hubiera escalado. Pero la jodida valla mide por lo menos un par de metros y yo estoy seguro de que tendría problemas para pasarla tan rápido.
Cuando volví a la casa me enteré de que el diario de Martin había desaparecido. Volvía a haber revuelo, por que habían llegado refuerzos que nos miraban algo escépticos cuando contamos la posible intrusión en la escena del crimen. Estuvimos poco más en la casa. El equipo decidió ir a comer algo y poner en común los datos encontrados antes de retirarse, así que hicimos una parada y luego nos retiramos a dormir. Julia se fue con James y acordamos que les recogería al día siguiente para ir a Central.

miércoles, octubre 20, 2004

26 de marzo de 1993, viernes, Evanston, Chicago

Todo empezó con una intervención en Evanston. Al parecer alguien disparó en una casa de alguien forrado, y eso justifica una intervención del SWAT. Claro.
Aseguramos la casa sin oposición. Pero dentro nos encontramos escenas salidas de una película mala de terror, o de una pesadilla. Tres mujeres habían sido asesinadas, cosidas a puñaladas, dos en el salón de la casa, otra arriba, en un dormitorio... y les habían arrancado el corazón. Jodidos psicópatas. Eso sí, ni rastro de los disparos.
El procedimiento habitual tras una intervención del SWAT es asegurar el perímetro, esperar a los regulares y retirarnos. Pero el oficial al cargo del caso en el momento, un pedazo de mierda llamado Pierre Point, me dijo que tenía ordenes de muy arriba que exigían que me quedara en la escena. Así que después de cambiarme a civil, ordenes también, volví a la escena del crimen. Estuve un rato trasteando sin hacer mucho. Mi especialidad no es investigación en escena, así que procuré no estorbar a los CSI hasta ver en que devenía todo. Como es habitual, en la escena había un montón de gente, fotografiando, tomando pruebas, examinándolo todo. Incluso se habían traído un par de civiles, uno para reventar la caja fuerte y otro para entrar en el ordenador del dueño de la casa. Mientras rondaba por ahí, me enteré de que los asesinatos habían sido cometidos por varias personas, que las victimas eran familia (las del piso de abajo, madre y suegra, la de arriba, hija), que había un testigo, el hijo, que se había escondido en una ratonera, y de que el principal sospechoso era el padre de familia, que estaba desaparecido. Además, los asesinatos parecían rituales, dado que habían escrito en el suelo alrededor de las mujeres unas palabras que luego habían borrado, y se habían llevado bastante cantidad de sangre de las víctimas, parece ser que en envases sacados de la cocina. Muy bonito todo.
Point llamó a algunos de los que pululaban por la casa llevando a cabo diversas tareas, y les ordenó reunirse con él en el despacho del padre, yo entre los llamados. Cuando llegamos allí nos comunicó que por orden directa de lo más arriba del Departamento, se nos relevaba de nuestras actividades habituales y se nos agrupaba en una unidad especial con un objetivo claro; capturar al perturbado que había cometido los crímenes. La razón, a parte de lo cruel e inusual de los asesinatos es que hace unas dos semanas se cometió otro asesinato similar, y la víctima esta vez era el hijo de un senador. Esto lo convierte en una asesino en serie, y uno que apunta muy alto. Así que hay que pararle en seco.
Los miembros del equipo somos tres policías, Molly Bloom, algún tipo de jefe del CSI de la Central, y líder de la unidad, Audrey Summers, creo que detective, con una fama algo extraña en el departamento y yo. Y luego dos civiles, Julia Sorgenssen (o algo así) especialista en cajas de seguridad y James McGovern, técnico informático. A estos dos últimos no pareció hacerles mucha gracia la manera en que fueron "reclutados", pero al final dejaron de refunfuñar. Después de todo, el departamento paga muy bien a los consultores externos por sus molestias. Mejor que a los agentes.
Las ordenes consistían en terminar el análisis de campo y presentarnos al día siguiente ante el que es el encargado del equipo, el teniente Crow de homicidios, para recibir más instrucciones. Ocurrió algo que luego iba a tener más relevancia al poco de la reunión, cuando cada uno nos fuimos a lo nuestro (y yo seguí pululando un poco aquí y allí, tratando de no molestar demasiado) Un coche oscuro no autorizado estaba aparcado dentro del perímetro policial. Lo vio Molly, creo recordar, que enseguida me dijo que ya lo habían visto antes, pero que se había marchado cuando un agente fue a averiguar que hacía. Sin perder un segundo me dirigí al coche sigilosamente. El tipo no me vió acercarme, me preocupé muy mucho de no ser visto. Apuntándole, le obligué a bajar del vehículo. Era un hombre blanco con una calva incipiente, de complexión normal, unos cuarenta y pocos años, fumando un cigarrillo. Farfulló unas inconexas explicaciones de por qué se encontraba allí, por curiosidad y por que no duerme bien por las noches. Y yo me lo creo. Pero no había cometido ningún delito, así que tras apuntar su matricula y modelo, y el número de su licencia de conducir, le dejé marcharse, advirtiéndole eso sí de que si volvía a verle por allí pasaría noche en comisaría.
La noche avanzaba despacio, y yo estaba algo desplazado, sin saber muy bien que hacer. Cuando encontraron un diario del sospechoso, me ofrecí a echarle un vistazo con Molly. Allí leímos que Martin Whinfield (el nombre del padre) había estado con la familia en México un par de veces y se sentía fascinado por el país. Tanto que decidió adquirir una antigüedad inca, o maya o una de estas culturas amerindias. Cuando por fin se la enviaron de una casa de antigüedades, la casa Andropov, Martin estaba encantado. Pero a partir de ese momento, las entradas de su diario se hacen cada vez más inquietantes, y el estilo de escritura cambia, se hace más descuidado, apresurado. El hombre tiene lagunas de memoria, pesadillas, anda sonámbulo... hasta dos días antes de los crímenes, en que acaban las anotaciones.
Cuando acabamos el diario, en la casa ya solo estábamos los del equipo especial y un par de agentes de uniforme custodiando la entrada al recinto. Así que cuando oímos ruidos en las habitaciones superiores, todos nos alarmamos mucho, ya que no debía haber nadie en esa parte de la casa una vez que la CSI había terminado. Antes de que nadie reaccionara, yo había subido ya escaleras arriba, sin hacer ruido. El piso de arriba estaba a oscuras. Dejé unos segundos para acostumbrarme al cambio de luz, y en ese momento vi una silueta moverse muy rápidamente dentro de la habitación de la niña. Me acerqué muy despacio, arma en mano, cuando oí a Audrey subir por las escaleras. Indicándole por señas que me cubriera, entré en la habitación, preparado para disparar. Pero en la habitación no había nadie. Examinamos debajo de la cama, tras la puerta y en el armario. Nadie. La ventana estaba abierta, y entraba una fría brisa que movía las cortinas. Me asomé, pero tampoco había rastros en el jardín. La silueta debió ser mi imaginación, aunque suelo fiarme de mis sentidos.
Salimos del cuarto, cerrando puerta y ventana, y nos dirigíamos al cuarto de los padres cuando oímos ruidos dentro del cuarto de la niña. Sobresaltados, nos preparamos para asaltar la habitación. Audrey abrió la puerta y yo rodé dentro; y allí no había nadie. Pero la ventana estaba abierta, y un cajón de la cómoda también, que antes había estado cerrado. Y faltaba una trenza de la niña, que allí guardaba (Dios sabe por qué). Dentro de la habitación hacía ahora un frío infernal, que hacía que nuestros alientos se condensaran en el aire. Me asomé a la ventana, y en el poyete había unas marcas, como de barro, pero en la oscuridad no se distinguía nada abajo. Indiqué a Audrey que iba a bajar y que me cubriera. Me descolgué por la ventana, y gracias a Dios caí bien. (continuará)

martes, octubre 19, 2004

Preludio

Mi padre me dijo una vez, cuando yo estaba en la academia "llegará un momento, Mike, en el que si sigues en esto en serio, tendrás que distraerte con algo. Lo que verás, oirás y tendrás que hacer te llevarán a la locura, si no tienes algo. Yo tengo mis puzzles. Encuentra algo, por que si no, descubrirás demasiado tarde, como muchos, que otras cosas te han encontrado a ti. Como demasiado whisky, coca, o cualquier otra mierda." Durante años, hasta que le mataron, llegaba a casa, cenaba y pasaba unas horas charlando con su familia mientras ordenaba piezas. Era su rutina, y no he conocido a una persona mejor, ni más cuerda.
Durante los años que llevo en activo, nunca le he hecho mucho caso. Sí, me distraigo con muchas cosas, pero no tengo algo , como él decía, así con entonación. Nunca pareció necesario; el ejercicio fuerte con el equipo, el loquero de la unidad para después de las situaciones de stress (nunca me parecieron realmente útiles, pero si el departamento necesita un tipo que les diga que estamos cuerdos...) , la familia. Pero después de estos últimos días necesito distraerme con algo. Así que escribir me parece tan bueno como cualquier otra cosa.