sábado, octubre 23, 2004

26 de marzo de 1993, viernes, Evanston, Chicago, continuación

Una vez abajo, examiné cuidadosamente la tierra alrededor de la zona, pero sin encontrar rastros. Ya iba a entrar en la casa cuando por el rabillo del ojo vi algo moverse. Siguiendo el movimiento rápidamente, rodeé la casa y encontré las puertas a un sótano. Una de ellas estaba abierta, y se atisbaban unas escaleras que bajaban en la oscuridad. Molly me vió desde la cocina, y le hice señas para que viniera a cubrime. Encendí la luz acoplada a mi arma y esperé unos segundos a que Molly bajara. Cuando llegó, bajamos por la escalera muy muy despacio, con extraordinario cuidado.
De nuevo hacía ese frío que llegaba hasta los huesos y te helaba por dentro. He estado en muchos asaltos, he recibido disparos, cortes... pero la sensación de angustia antes de entrar en combate no es nada parecido a lo que sentí entonces. Al llegar al final de la escalera encontré un interruptor de una bombilla que colgaba pelada del techo del sótano. Pero al accionarla no funcionó. La sensación de frío era cada vez más intensa. Comenzamos a examinar cuidadosamente el espacio a nuestro alrededor. El sótano estaba lleno de estanterías, cubiertas todas ellas de lo típico que puedes esperar en cualquier sótano; cacharros, latas de comida, cajas de cartón... la luz de las linternas le daban un aire siniestro a todo, pero de momento no había rastro de ningún intruso, aunque el espacio a cubrir era grande.
Al poco oímos la voz de Audrey, que había abierto una puerta dela cocina que daba al sótano y algo de luz se colaba por el hueco de la escalera. En ese momento bajó por la escalera trasera, tras identificarse, uno de los agentes de guardia. Al parecer McGovern había pedido refuerzos. Arriba Julia y Audrey discutían sobre como bajar luz al sótano, y tras no encontrar bombillas, improvisaron una antorcha con aceite y una sartén, creo. No es que fuera muy importante, por que cuando empezaban a bajar las escaleras, una ráfaga de viento en el sótano la apagó... y también nuestras linternas. Todos nos quedamos parados, la temperatura había bajado otro par de grados, y en ese momento sentía algo pasarme al lado. Pasaron unos segundos y nuestras linternas volvieron a la vida. Me apresuré a salir escaleras arriba y a buscar marcas de huellas en la tierra circundante a la casa. Encontré unas que se internaban en la propiedad y las seguí a toda leche, con el arma a punto. Las huellas acababan junto a la reja límite de la propiedad; había marcas en el seto que cubre dicha reja, como si alguien la hubiera escalado. Pero la jodida valla mide por lo menos un par de metros y yo estoy seguro de que tendría problemas para pasarla tan rápido.
Cuando volví a la casa me enteré de que el diario de Martin había desaparecido. Volvía a haber revuelo, por que habían llegado refuerzos que nos miraban algo escépticos cuando contamos la posible intrusión en la escena del crimen. Estuvimos poco más en la casa. El equipo decidió ir a comer algo y poner en común los datos encontrados antes de retirarse, así que hicimos una parada y luego nos retiramos a dormir. Julia se fue con James y acordamos que les recogería al día siguiente para ir a Central.