martes, diciembre 28, 2004

11 de abril de 1993, domingo.

El día había comenzado tan bien... joder. A pesar de todo mi enfado, Molly y Audrey tienen algo de razón. Lo que hemos hecho es ilegal completamente, se mire como se mire. Pero teníamos que hacerlo, no había otra forma. ¿O sí? No. Si hubiéramos conseguido una orden judicial hubieran borrado todos los datos antes de que hubiéramos podido acercarnos, sabemos que tenemos topos dentro del Departamento.
Esta mañana he ido a misa con mamá. Me he llevado a Albert conmigo, no quería que volviera a suceder nada parecido a lo que sucedió con Julia. La pobre estaba muy preocupada, que si no llamo, que si estoy cambiando... y además, un par de tipos han estado preguntando por mí en O'Malleys. [suspiro] Creo que está empezando a afectarme un poco, pero eso es cosa mía. Las cosas que he visto... pero si se meten con mi familia, que Dios les ampare, por que nadie más podrá. Sobre todo por que Peter ha estado investigando por la zona y encontró un pin con un símbolo hermético. Creo que va a ser necesario tomar una actitud menos tolerante con esos tipos.
Hasta la media tarde no ha sucedido mucho más; Audrey ha recibido una llamada de un tipo que sabe algo de su madre, y de su relación con la OHCP. El tema era al parecer privado, pero Molly no quería que se acercara hasta allí sola. Mientras, Julia y James planeaban acercarse a la casa Andropov y pinchar el circuito para que James pudiera entrar desde un sitio remoto. El plan parecía suficientemente sencillo, así que cuando dijeron que irían solos, que no debía preocuparme e ir con Audrey me pareció que ambos son suficientemente profesionales y que no necesitarían más apoyo. A la luz de lo sucedido después, creo sinceramente que esa actitud mía fue muy ingenua. No importa como seamos de profesionales o buenos en lo nuestro; contra lo que nos enfrentamos no es natural. A partir de ahora, nadie debería ir solo a ningún sitio, y dado que somos seis, si debemos dividirnos, mejor en grupos de tres que de dos. Ya nos han pillado en bragas demasiadas veces.
El caso es que nos separamos y acompañamos a Audrey a la plaza del ayuntamiento, donde tenía su cita con Hermes, creo que se llamaba el tipo. Ella se acercó sola mientras nosotros cubríamos diversos puntos de la plaza. Pronto la cosa se puso rara. De la nada apareció el hombre con el que había quedado Audrey, y digo de la nada por que no la había perdido de vista ni un segundo, y tenía una visual hasta ella impecable. Estuvieron hablando unos minutos cuando nos fijamos, casi los tres a la vez (Peter y Molly estaban separados también para cubrir más área) de que varios hombres habían salido de un par de coches y se acercaban tanto a nosotros como a Audrey. Me encaminé directamente hacia el que venía por mí. Cuando iba a pasar por su lado, sacó una cachiporra para golpearme, pero le agarré antes y forcejeamos. Caímos al suelo, pero antes de que el tipo pudiera hacer nada más le propiné un buen cabezazo en la nariz, y se desplomó como un fardo.
Me incorporé arma en mano y la situación no podía ser peor; al otro lado de la plaza Peter forcejeaba con otro tipo. Molly, dentro del coche, intercambiaba disparos con otro atacante que llevaba una Uzi o algo similar por la cadencia de disparo. De Audrey no había señal, y Hermes corría delante de un tipo que también llevaba un arma en la mano. El tipo se paró, apuntó a Hermes y cuando iba a dispararle, este hizo un gesto con la mano y el atacante se giró y me disparó a mí. No tuve tiempo a reaccionar; recibí el disparo en pleno pecho, y demos gracias al Señor por el kevlar, por que con el chaleco y todo el impacto me magulló malamente las costillas. A pesar de lo que le había visto hacer, Hermes era quien estaba más desprotegido, así que sin pensar mucho en ponerme a cubierto (muy malo para intercambiar disparos, el no tener cobertura), disparé contra el tipo, que dio un grito; me puse en pie y avancé sobre él, gritándole que soltara el arma. El hombre debió decidir que había tenido bastante, por que se fue al suelo con las manos sobre la cabeza sin protestar mientras le esposaba. Molly había derribado a su atacante, y Peter había hecho lo mismo con su hombre. Audrey, que había tomado cobertura tras el coche se encontraba bien, pero del tal Hermes no había ni rastro. Se había desvanecido. Audrey encontró una especie de naipe extraño en el último sitio en el que había estado, pero nada más. Pasó un rato mientras vino la policía, leyó sus derechos a los tipos y se los llevaron.
De pronto Audrey nos dijo que sentía que James y Julia estaban en peligro. Cogimos el coche en seguida y nos dirigimos a Andropov. Ya hemos aprendido a fiarnos de esas corazonadas de Audrey, y además, después del ataque a Hermes (parece que este era detrás del que iban los tipos) yo tampoco estaba muy tranquilo.
Llegamos sin problema a la calle de los anticuarios. En la casa Andropov, que está en una parcela de jardín bien cuidado rodeada por una valla, todo estaba en calma. Dimos una vuelta y esperamos a tener señales de James o Julia. Al poco salió Julia, que nos comunicó, de manera muy apresurada, que las cosas habían salido como el culo y que como resultado se habían colado dentro de la casa y andaban trasteando en los ordenadores. Audrey y yo decidimos entrar mientras Peter y Molly hacían guardia.
Por el camino Julia me explicó lo que había ocurrido; en el jardín había aparecido otra de esas cosas que nos atacaron en el almacén. Parecía que custodiaba el jardín (Interesante. Si aceptamos que los zombies son cosa de la OHCP y tenemos uno aquí quiere decir que Andropov y la OHCP están muy estrechamente relacionados) y les atacó, dejando inconsciente a James. Julia logró matarlo, pero llamó la atención del guardia de seguridad. Julia logró reducirle sin que le viera, pero entonces las cosas ya habían empezado a rodar cuesta abajo muy deprisa. En resumen, se habían metido dentro de la casa para que el guarda dijera a la policía que su arma se le había disparado y ganar algo de tiempo. Y una vez dentro de la casa tuvieron que coger la cinta de las cámaras de seguridad, y como los de Andropov ya iban a saber que se les había colado alguien, se pusieron a recopilar la mayor cantidad de datos posibles. Y aquí estábamos nosotros. La situación era jodida, pero hay que jugar con las cartas que tienes, y ya se había cometido el delito, así que seguimos adelante.
James, aunque aún jodido tras el ataque del zombie, trabajaba a toda prisa con el ordenador. Le dejamos ahí, acompañado por Audrey que investigaría la planta baja mientras Julia y yo nos fuimos a la planta de arriba. Allí entramos en un despacho cuando Peter nos llamó por el walkie. Había un coche con una mujer dentro vigilándonos. No parecía hacer nada, pero allí estaba. No había mucho que pudiéramos hacer; cogimos la CPU del ordenador del despacho como nos dijo James y revisamos los archivos; allí encontramos el expediente del cuchillo de Torso. Salimos del despacho y seguimos buscando por el pasillo, hasta encontrar el despacho de dirección que estaba cerrado y la puerta, con alarma conectada. Julia se puso con ello mientras yo la cubría. El resto del equipo ya había salido y se ponían nerviosos, pero había que terminar lo que habíamos empezado. Julia logró abrir la puerta sin que saltara la alarma y entramos; desconectamos la alarma y nos pusimos a buscar en el archivo a toda prisa, buscando cualquier cosa que pudiera sernos de utilidad. Había un par de expedientes que nos llamaron la atención; uno de Martin Whinfield y otra trascripción de la orden de venta del cuchillo. Por la radio, muy agitado, nos dijo Peter que se acercaba una patrulla de la policía, que debíamos salir de allí echando leches. De la tipa del coche, no había rastro. Cogimos también la CPU del ordenador de este despacho y salimos a toda prisa. Por suerte conseguimos eludir el coche patrulla, y nos fuimos en dos coches. Cuando ya nos alejábamos, nos llegó por radio que había habido un robo en la casa Andropov. Creo que fue en ese momento nos dimos cuenta de hasta que punto estábamos metidos en un cubo de mierda. Todo el camino hubo reproches del modo en que se habían desarrollado las cosas; las chicas estaban muy afectadas.
Pero aún nos quedaba una sorpresa; al llegar a casa, la mujer que nos había estado vigilando estaba también vigilando la casa. Dejamos a Peter que se bajara y la vigilara para no llamar la atención, pues James, Julia y Molly ya estaban dentro de la casa. Yo di la vuelta a la manzana para cubrir a Peter. Al cabo de un rato que se me hizo eterno, Peter me llamó por radio y me dijo que entrara ya en la casa, la mujer se había marchado. Luego nos contó que se le había acercado por detrás y le había amenazado para que no nos volviéramos a acercar por Gary. Ella había llamado a la policía para jodernos en Andropov. Es bastante posible que sea de la mafia portuaria, preocupados deben estar por que investiguemos sus negocios de contrabando. decidimos preocuparnos de eso en otro momento.
El resto de la noche fue una pura discusión acerca de lo que hemos hecho. Hubo un momento en el que estuve a este poquito de dimitir y dejar el grupo. Esta misma tarde he recibido un tiro en el pecho, y el hecho de que las magulladuras no sean demasiado graves, no mejora ni un poco que las criticas constantes hayan acabado por tocarme el hueso. Ahora, con algo de tiempo por medio, y en frío, creo que esta noche hemos cruzado una línea, y aunque creo que era lo único que podíamos hacer, cometer un crimen es algo que no entra nada bien. La situación se nos está yendo de las manos.
Recuento:
- Un corazón muerto que late y deja mensajes sangrientos dentro de una bolsa.
- Un cuchillo que cuando lo vamos a destruir escribe en la bolsa con sangre las palabras Xipe Topec y "por favor"
- Un tipo que salta desde un décimo piso al suelo y cae como quien salta una acera.
- Varios zombies que reciben balas como quien oye llover y a los que solo se puede matar destrozándoles la cabeza. Y cuando mueren, todo se llena de escarabajos negros.
- Un tipo que aparece de la nada y en la nada se desvanece, y que con un gesto puede hacer que un tipo que le encañonaba cambie de blanco.
Si cualquiera me hubiera contado esto hace no mucho le hubiera dicho que dejara las anfetas o los hongos. Hoy, necesito hablar de esto con alguien, oírmelo decir para ver si parece real. Las cosas son lo suficientemente extremas como para poder razonar nuestras acciones, pero no sé si para justificarlas. Creo que tengo a la persona adecuada para hablarlo, por que además sé que guardará el secreto. Es hora de ir a ver a Patrick O'Hare. Perdón, ahora el padre Patrick.

martes, diciembre 21, 2004

10 de abril de 1993, sábado. Continuación.

Al final acabaré esta entrada hoy. Solo he conseguido dormir unos minutos, los sueños son demasiado agitados. Escribir lo sucedido me relajará... espero.
Molly se había ido. James no aparecía por ningún lado, hasta que de pronto, detrás de unas cajas le vi. Estaba atrapado en el abrazo de otra de esas criaturas, forcejeando pero sin lograr librarse. Apunté con mi arma cuidadosamente, pero la oscuridad y el miedo a dar a James me hicieron dudar demasiado y el disparo solo rozó al ser. Mientras, el abrazo debía empezar a asfixiarle, por que sus forcejeos empezaban a ser más débiles. Volví a disparar, pero solo le rocé de nuevo. Empezaba a estar desesperado, por que las costillas de James empezaron a crujir de modo ominoso. Me acerqué para golpearle con mi arma, y en ese momento, James dejó de debatirse definitivamente. No podía saber si estaba inconsciente o muerto, y el jodido monstruo lo dejó caer y avanzó hacia mí. Retrocedí, buscando con la vista algo con lo que golpearle, y en ese momento apareció Julia, que iba a dispararle. Le grité que apuntara a la cabeza, mientras yo hacía lo mismo y rogaba por que el hijo de puta se fuera al suelo. La cabeza reventó como un melón. Los dos últimos disparos debieron hacer el trabajo.
Molido, corrí a ver a James. Respiraba, aunque estaba muy magullado e inconsciente. Empecé a darle primeros auxilios, pero en ese momento se acercó Molly. Monté guardia a su lado mientras devolvía a James al mundo de los vivos, y la ayudé a incorporarle. Nos acercamos a una salida de camiones que había cerca, donde estaba Albert, el confidente de Molly. Allí había también el cuerpo de un hombre, muerto a juzgar por el charco de sagre que se extendía a su alrededor. A su lado, aturdido, estaba Peter. He visto numerosas veces esa mirada vidriada en los ojos de miembros nuevos del SWAT cuando entran en combate por primera vez y alguien resulta herido grave o peor, muerto. Y lo mejor para combatir eso es darle algo que hacer, para que la mente esté ocupada. Así que así lo hice; con palabras amables pero firmes, le encomendé el cuidado de James, y le animé cuanto pude. Espero que lo supere con rapidez. Es más que posible que más gente resulte herida o muerta antes de que todo acabe.
Oí entonces a Audrey llamándome. Iba a investigar los despachos que habíamos visto, y necesitaba que la cubriera. Antes de entrar le pedí que fuera a por artilería al coche. Volvió rapidamente con un par de escopetas de mi coche. No quería tener que enfrentarme a una de esas cosas de nuevo sin mucha potencia de fuego respaldándome.
Entramos en la pimera habitación sin oposición. Y lo que vimos allí nos dejó anodadados. En la penumbra, entre el polvo depositado de muchos, muchos meses, había una maqueta del centro de Chicago. Estaba increiblemente detallada, hasta un punto casi enfermizo, especialmente en la red ferroviaria. Y lo que es más curioso, había cierto número de una especie de pequeñas moneditas con calaveras grabadas señalando diversos puntos de la ciudad. Y encontramos dos fichas más; una con forma de rosa, en medio de la ciudad, y otra, con una cabeza de lobo... que estaba justo en un edificio que correspondía al almacén en el que nos enontrabamos. De hecho, a la habitación de al lado a la que nos encontrabamos. Audrey y yo nos miramos, y llamamos a Molly, que inmediatamente se puso a fotografiar todo en la habitación. Le dije a Audrey que quería ver la habitación en ese momento y ella estuvo de acuerdo. Allí fuimos, y antes de dejarme examinar la puerta, que era una enorme plancha de hierro remachado, Audrey se quitó esos perennes guantes que lleva y posó la mano con un gesto delicado soble la plancha. Se tiró unos segundos allí pegada y luego salió despedida hacia atrás, muy aturdida. La cogí y ella murmuró algo acerca de que algo muy, muy antiguo había dormido en esa sala, y que un gran peligro aguardaba al que la abriera. Pero yo estaba decidido a entrar, y para eso teníamos a la mejor en su campo; Julia podría detectar si tras la puerta había alguna trampa.
Julia se puso a ello en seguida. Y efectivamente, tras la puerta había un mecanismo que activaría algo detrás si se abría la puerta sin la llave. Afortunadamente nuestra especialista es realmente tan buena como su fama indica, y logró desactivarlo. Y menos mal. Detrás de la puerta había suficiente C-4 para enviarnos a Europa en un viaje solo de ida.
La cámara que había tras la puesrta estaba cubierta de polvo. A la luz de nuestras linternas, entramos cuidadosamente. En medio de la habitación había una gran losa de marmol vacía. Y colgados tras esta, tres objetos muy curiosos; una espada de bronce, muy antigua, creemos que griega. Una máscara romana, de rasgos muy simétricos, y, por último, un escudo de pieles, probablemente nativo americano.
Tras debatir largo rato, decidimos dejar todos los objetos donde estaban. Audrey fue terminante a este respecto. Luego, fuera, estuvimos discutiendo un rato largo con Albert. Este nos informó de que había estado investigando a los de la OHCP, y esos eran los que le habían soltado a esas cosas. Además teníamos a un tipo que iba con los zombies esos, esposado detrás de la puerta. Aunque parece que si seguía el ejemplo de los dos hijos de puta que detuvimos en la casa de Torso, no soltaría prenda.
El caso es que Albert quería largarse de la ciudad, del estado, y quizá del país. Nosotros le necesitabamos para que testificara en caso de encontrar algo contra la puta secta. Conseguimos convencerle de que se quededara, bajo nuestra protección.
El resto de la noche transcurrió lentamente; declaración a las patrullas a las que llamamos, ir de Urgencias con James, escribir un informe para Crow y vuelta a la casa de James. Quizá me esté dejando algo, pero mi cerebro ya no da para más esta noche. Veremos que nos depara mañana.
Espero poder ir a ver a mamá, aunque me da un poco de miedo implicarla lo más mínimo en todo esto.

lunes, diciembre 20, 2004

10 de abril de 1993, sábado. Miedo.

Estos últimos días han sido algo más sosegados que los que describí en las entradas anteriores. Solo un poco, no obstante, por que hemos estado recabando información sobre un montón de cosas que queríamos investigar al respecto del caso; la casa Andropov, La Orden Hermética del Crepúsculo de Plata, los ordenadores de Whinfield y Pridewell (el hijo del senador)...
Hoy esa tranquilidad ha saltado por los aires de nuevo, y nos hemos visto, otra vez, inmersos en "el otro lado".
Todo ha empezado a media tarde, mientras estábamos reunidos discutiendo posibles líneas de investigación, poniendo en común datos y eso. Molly ha recibido un llamada de su contacto periodista. El hombre decía estar en peligro mortal, había gente siguiéndole y pedía ayuda a Molly. Sin pensarlo mucho, nos dirigimos la zona en la que se encontraba, la zona de almacenes cercana a la estación central de trenes.
Al llegar vimos el coche de Albert (el confidente de Molly), abierto, pero ni rastro del periodista. Justo enfrente, una furgoneta blanca cubierta de suciedad con un aspecto muy sospechoso. Las puertas traseras estaban cerradas, pero sin echar la cerradura; las abrimos y de ellas salió un hedor terrible. Dentro no había nada de particular, salvo bastante suciedad y ese olor, animal y punzante. De pronto oímos un disparo. El ruido procedía de un almacén situado justo al lado de la furgoneta. Nos acercamos rápidamente, armas en mano. La puerta estaba abierta, pero dentro del almacén no había luz. Me puse en cabeza, y entré. Estábamos en una especie de recibidor que daba a una pasarela metálica que recorría a bastante altura del nivel del suelo, de sur a norte un enorme almacén en el que pilas de cajas de madera amontonaban polvo. Por unas grandes cristaleras situadas en la parte superior de la nave entraba algo de luz amarillenta de la calle, que lo único que conseguía era agudizar la profundidad de las sombras entre las cajas de abajo. La plataforma metálica en la que nos encontrábamos tenía también un par de puertas más, que parecían dar a despachos, cerrados y a oscuras. La pasarela se perdía hacia la oscuridad del fondo de la nave, así que cuidadosamente avanzamos hacia allá. A la derecha, unos cuantos metros más allá vimos unas escaleras metálicas de espiral que descendían hacia las sombras de más abajo, unos tres metros y pico por debajo de la pasarela. Seguimos avanzando unos pocos metros, y de pronto oímos otro disparo. Y enseguida vimos, abajo entre las cajas, una figura que retrocedía aterrorizada mientras apuntaba temblorosamente con un revolver a otra figura que se le acercaba lentamente, con un movimiento... raro, no sé como describirlo, errático quizá. No perdí un momento, no obstante, y salte de la pasarela amarrándome a la baranda.
Caí bien (gracias a dios por el entrenamiento del SWAT. Echo de menos el trabajo de la unidad, tan sencillito. Tengo que irme a tomar una cerveza con los chicos, que no se olviden de mí), y apuntando hacia las figuras mientras me acercaba, les di el alto. La figura de andar raro se dio la vuelta hacia mí. Por poco no se me cayó la pistola.
El tipo llevaba la boca cosida con una especie de alambre y las cuencas de sus ojos estaban vacías, pero me miraba sin ojos. El hedor que desprendía era horrible, sobrecogedor. Alargó una mano huesuda hacia mí con uñas largas y afiladas, sucias... el tiempo pareció contraerse y ralentizarse. Volví a darle el alto, pero el ser alzó el brazo para atacarme, ignorando el arma que le apuntaba. Disparé y le acerté en medio del pecho, y el tipo no se inmutó. No llevaba chaleco, se podía apreciar a través de la camisa hecha jirones, y ¡había ignorado una bala entre las costillas! Trató de golpearme con las zarpas, pero me aparté a un lado a tiempo y volví a disparar; fue uno de los mejores disparos de mi vida, le seccionó limpiamente la garganta. Hubiera bastado para matar a un jodido rinoceronte, y el ser ni se inmutó y volvió a tratar de golpearme, sin éxito otra vez. Desde el rabillo del ojo vi a Molly acercarse y hacer fuego sobre el tipo cosido, con el mismo éxito que yo. Empezó a entrarnos el pánico; el tipo me atacaba con las manos desnudas y por el momento no había conseguido alcanzarme, pero solo era cuestión de tiempo en la oscuridad que yo tropezara y las cosas se pusieran muy, muy jodidas. Así que decidí tomar medidas extremas; retrocediendo, enfundé la pistola, y me puse a empujar con todas mis fuerzas uno de los enormes montones de cajas después de advertir a Molly de lo que iba a hacer, y pedirle que echara sobre la cosa la lona que cubría las cajas. Molly lo logró, y ralentizó un poco al hijo de puta. Empujé y empujé hasta que parecía que se me iba a romper la espalda, y no parecía que las cajas fueran a caer, y esa cosa se me acercaba cada vez más; se había librado de la lona. Molly volvió a disparar y cuando ya le teníamos encima, las cajas cedieron y cayeron como una avalancha sobre esa cosa, sepultándola bajo su enorme peso. Una gran nube de polvo y astillas de madera se alzó del montón de escombros resultante y todo estuvo quieto por unos segundos. James se acercó en ese momento, preguntándonos si estábamos bien. El ruido había sido ensordecedor.
Mientras recuperaba el aliento, traté de ver dónde estaban los demás, pero en la oscuridad solo oí disparos y los ruidos propios de una buena pelea. Cuando íbamos a ver si les veíamos, en montón de escombros empezó a moverse. ¡Eso seguía vivo!
Desesperado, busqué algo más contundente con lo que reducir esa amenaza. Cogí un enorme listón que se había partido de alguna caja justo cuando la mano huesuda del ser se alzaba de entre la madera y empezaba a apartar escombros. Ya su brazo había salido casi al completo y se empezaba a ver la cabeza salir cuando empecé a golpearle con el leño en la cabeza con todas mis fuerzas. Seguí golpeando, dos, tres, cuatro veces y eso seguía moviéndose, aunque parecía acusar los golpes. Molly trataba de patear el brazo y la cabeza para dificultarle la salida. Ni ella ni yo parecíamos frenarle mucho, aunque desde luego los golpes en la cabeza parecían afectarle algo más que las balas. Con un último esfuerzo, así el tablón con ambas manos, y en vez de golpear como una maza, lo usé como una lanza, partiendo el cráneo por la mitad y dejándolo allí clavado. El ser gimió y se desplomó. Un segundo más y hubiera logrado quitarse de encima los escombros. Exhausto, iba a apartarme cuando el hedor del ser se intensificó y empezó a descomponerse aceleradamente. De las cuencas de los ojos y las orejas empezaron a salir una especie de escarabajos negros grandes como pelotas de tenis, que se movieron hacia nosotros a bastante velocidad.
Sin pensarlo, cogí a Molly que se había quedado paralizada y salí corriendo, gritándole a James que hiciera lo mismo. Nos separamos, y de pronto oímos a Julia llamando a Molly a gritos. Al parecer había un hombre herido. Sin saber de quien se trataba, Molly fue hacia Julia y yo me quedé buscando a James. Creo que seguiré mañana por la mañana, ahora estoy demasiado agotado y se me cierran los ojos.

1 de abril de 1993, Jueves.

Hoy hemos hablado con Julia. Tras lo que sucedió el día que detuvimos a Whinfield no habíamos tenido oportunidad de hacerlo, y por fin hemos podido hoy. Todo es jodidamente raro. Ella no recuerda no haber hecho lo que dice, es sincera. Cree sinceramente lo que dice. Tras mucho hablar con ella, presentarle las pruebas de que lo que ella dice no sucedió de verdad, convencerla de que quizá está olvidando algo, perece que recuerda algo, que no está ya tan segura...
Quizá le hayan dado alguna droga, algo parecido a algún suero de la verdad, que produce unas alucinaciones muy vívidas... es un poco traído por los pelos. Audrey nos explica que lo mejor que se puede hacer es hipnotizarla, y Julia accede.
Todo es muy confuso para Julia. Recuerda a un hombre hablandole, preguntandole cosas de nosotros y del caso, y luego diciendole que olvide que ha hablado con él. También recuerda como escribió la nota que nos dejó, y creemos que la persona que se la llevó de casa puede que sea el mismo que nos hizo aquella visita en el hotel, el tipo de la cartera.

Desde luego, todo es muy raro. Quizá la hipnotizaron, quizá la drogaron, o quizá fue otra cosa. Para mí parece bastante claro que ella no nos ha engañado voluntariamente, parecía genuinamente angustiada durante todo el rato que estuvimos con el tema. La mierda de este caso ha golpeado el ventilador, habrá que ver hasta donde llegan las salpicaduras, pero es un consuelo ver que aún podemos fiarnos unos de otros en el equipo. Si no, estamos perdidos, por que parece que las implicaciones del caso se ramifican hasta el infinito.