martes, diciembre 21, 2004

10 de abril de 1993, sábado. Continuación.

Al final acabaré esta entrada hoy. Solo he conseguido dormir unos minutos, los sueños son demasiado agitados. Escribir lo sucedido me relajará... espero.
Molly se había ido. James no aparecía por ningún lado, hasta que de pronto, detrás de unas cajas le vi. Estaba atrapado en el abrazo de otra de esas criaturas, forcejeando pero sin lograr librarse. Apunté con mi arma cuidadosamente, pero la oscuridad y el miedo a dar a James me hicieron dudar demasiado y el disparo solo rozó al ser. Mientras, el abrazo debía empezar a asfixiarle, por que sus forcejeos empezaban a ser más débiles. Volví a disparar, pero solo le rocé de nuevo. Empezaba a estar desesperado, por que las costillas de James empezaron a crujir de modo ominoso. Me acerqué para golpearle con mi arma, y en ese momento, James dejó de debatirse definitivamente. No podía saber si estaba inconsciente o muerto, y el jodido monstruo lo dejó caer y avanzó hacia mí. Retrocedí, buscando con la vista algo con lo que golpearle, y en ese momento apareció Julia, que iba a dispararle. Le grité que apuntara a la cabeza, mientras yo hacía lo mismo y rogaba por que el hijo de puta se fuera al suelo. La cabeza reventó como un melón. Los dos últimos disparos debieron hacer el trabajo.
Molido, corrí a ver a James. Respiraba, aunque estaba muy magullado e inconsciente. Empecé a darle primeros auxilios, pero en ese momento se acercó Molly. Monté guardia a su lado mientras devolvía a James al mundo de los vivos, y la ayudé a incorporarle. Nos acercamos a una salida de camiones que había cerca, donde estaba Albert, el confidente de Molly. Allí había también el cuerpo de un hombre, muerto a juzgar por el charco de sagre que se extendía a su alrededor. A su lado, aturdido, estaba Peter. He visto numerosas veces esa mirada vidriada en los ojos de miembros nuevos del SWAT cuando entran en combate por primera vez y alguien resulta herido grave o peor, muerto. Y lo mejor para combatir eso es darle algo que hacer, para que la mente esté ocupada. Así que así lo hice; con palabras amables pero firmes, le encomendé el cuidado de James, y le animé cuanto pude. Espero que lo supere con rapidez. Es más que posible que más gente resulte herida o muerta antes de que todo acabe.
Oí entonces a Audrey llamándome. Iba a investigar los despachos que habíamos visto, y necesitaba que la cubriera. Antes de entrar le pedí que fuera a por artilería al coche. Volvió rapidamente con un par de escopetas de mi coche. No quería tener que enfrentarme a una de esas cosas de nuevo sin mucha potencia de fuego respaldándome.
Entramos en la pimera habitación sin oposición. Y lo que vimos allí nos dejó anodadados. En la penumbra, entre el polvo depositado de muchos, muchos meses, había una maqueta del centro de Chicago. Estaba increiblemente detallada, hasta un punto casi enfermizo, especialmente en la red ferroviaria. Y lo que es más curioso, había cierto número de una especie de pequeñas moneditas con calaveras grabadas señalando diversos puntos de la ciudad. Y encontramos dos fichas más; una con forma de rosa, en medio de la ciudad, y otra, con una cabeza de lobo... que estaba justo en un edificio que correspondía al almacén en el que nos enontrabamos. De hecho, a la habitación de al lado a la que nos encontrabamos. Audrey y yo nos miramos, y llamamos a Molly, que inmediatamente se puso a fotografiar todo en la habitación. Le dije a Audrey que quería ver la habitación en ese momento y ella estuvo de acuerdo. Allí fuimos, y antes de dejarme examinar la puerta, que era una enorme plancha de hierro remachado, Audrey se quitó esos perennes guantes que lleva y posó la mano con un gesto delicado soble la plancha. Se tiró unos segundos allí pegada y luego salió despedida hacia atrás, muy aturdida. La cogí y ella murmuró algo acerca de que algo muy, muy antiguo había dormido en esa sala, y que un gran peligro aguardaba al que la abriera. Pero yo estaba decidido a entrar, y para eso teníamos a la mejor en su campo; Julia podría detectar si tras la puerta había alguna trampa.
Julia se puso a ello en seguida. Y efectivamente, tras la puerta había un mecanismo que activaría algo detrás si se abría la puerta sin la llave. Afortunadamente nuestra especialista es realmente tan buena como su fama indica, y logró desactivarlo. Y menos mal. Detrás de la puerta había suficiente C-4 para enviarnos a Europa en un viaje solo de ida.
La cámara que había tras la puesrta estaba cubierta de polvo. A la luz de nuestras linternas, entramos cuidadosamente. En medio de la habitación había una gran losa de marmol vacía. Y colgados tras esta, tres objetos muy curiosos; una espada de bronce, muy antigua, creemos que griega. Una máscara romana, de rasgos muy simétricos, y, por último, un escudo de pieles, probablemente nativo americano.
Tras debatir largo rato, decidimos dejar todos los objetos donde estaban. Audrey fue terminante a este respecto. Luego, fuera, estuvimos discutiendo un rato largo con Albert. Este nos informó de que había estado investigando a los de la OHCP, y esos eran los que le habían soltado a esas cosas. Además teníamos a un tipo que iba con los zombies esos, esposado detrás de la puerta. Aunque parece que si seguía el ejemplo de los dos hijos de puta que detuvimos en la casa de Torso, no soltaría prenda.
El caso es que Albert quería largarse de la ciudad, del estado, y quizá del país. Nosotros le necesitabamos para que testificara en caso de encontrar algo contra la puta secta. Conseguimos convencerle de que se quededara, bajo nuestra protección.
El resto de la noche transcurrió lentamente; declaración a las patrullas a las que llamamos, ir de Urgencias con James, escribir un informe para Crow y vuelta a la casa de James. Quizá me esté dejando algo, pero mi cerebro ya no da para más esta noche. Veremos que nos depara mañana.
Espero poder ir a ver a mamá, aunque me da un poco de miedo implicarla lo más mínimo en todo esto.