28 de marzo de 1993, domingo
Hoy me he levantado pronto, en casa de James. Ayer decidimos que dormiríamos en casa de James Julia, Audrey y yo, por que así sería más fácil proteger a los civiles. Cuando me he levantado he dejado a Audrey a cargo del fuerte y he salido a correr y a misa. Cuando he vuelto a la casa me he encontrado con que Julia había desaparecido y Audrey ni se dio cuenta. Revisando la habitación de Julia vimos que había dejado una nota garabateada a toda velocidad diciendo que tenía que hacer unas cosas por su cuenta. Pero la ventana estaba forzada por fuera, y había restos de un disparo hecho con un arma de aire comprimido en el alfeizar de la ventana, así que las pruebas parecían contradecir la nota. Alarmados llamamos a Molly. Ella dijo que nos quedáramos en la casa, que ella venía hacia aquí. Cuando llegó revisó la habitación. Todo indicaba a que Julia había sido secuestrada. Casi llego a las manos con Peter, por sus ingeniosos comentarios al respecto de la protección de los civiles. Pero Molly (Dios le ha bendecido esos ojos suyos, no se le escapa ni un maldito detalle) me llevó a parte para decirme que había no uno, sino dos coches vigilándonos, en esquinas opuestas de la casa. Cansado de estar siempre por detrás de todo, decidí que tomáramos la iniciativa con estos tipos. Iba a averiguar quienes eran, así que trazamos un plan; Peter y yo saldríamos en coche para interceptar uno de los coches mientras que las chicas nos cubrían vigilando el otro coche. La cosa salió mal. Uno de los coches nos siguió pero el otro salió escopetado. Decidimos cambiar el plan sobre la marcha; nos apeamos del coche y lo encañonamos, dándole el alto. Pero los tipos tenían otras nociones al respecto, así que dieron marcha atrás a toda leche. Yo disparé al conductor y la ventanilla reventó, pero con todo y con eso consiguieron escapar. Por lo menos las chicas consiguieron anotar la matricula. Tras las explicaciones pertinentes a la patrulla que vino a investigar, decidimos mudarnos de localización, para no ser tan fáciles de localizar. Peter sugirió un hotel en los bajos fondos donde pasaríamos desapercibidos, así que allí fuimos. En el hotel ocurrieron varias cosas relevantes. La primera es que Audrey recibió una llamada del asesino, diciendo algo así como que solo ella podía verle, aunque no pararle, y que iba a matar a alguien esa noche en Cabrini Green.
La segunda es que recibimos la visita de un extraño tipo muy trajeado que sabía dónde estábamos (¿cómo?), diciéndonos que no teníamos que preocuparnos por la vigilancia, ya que esta era llevada a cabo por los mismos que habían influido para formar el equipo y que la quitarían si nos dificultaba la investigación. Además nos dijo que podrían levantar algo la mano si nuestras investigaciones nos llevaban a hacer algo no demasiado legal. El tío era un jodido arrogante, y no nos dio buena espina a ninguno, pero lo que pasó cuando el se fue nos borró, de momento, todas las ganas de elucubrar sobre ello.
De pronto, la puerta reventó, al igual que las ventanas, y cinco tipos harapientos entraron armados de cadenas, palos y navajas, gritando algo así como "por el santo Torso". Se armó el Pandemonio. Tras esquivar un cadenazo, derribé a uno de un disparo y un golpe con la culata de mi pistola, y reduje a otro que atacaba a Molly. Cuando logré esposarle, el hijo de puta me había hecho un corte en el brazo. Todo había ocurrido muy rápido y el resto había logrado librarse de sus atacantes sin lamentar más que unas cuantas magulladuras. Llegaron bastantes coches patrulla y alguna ambulancia, que se encargaron de los harapientos. También llegó Julia, que sabía donde estábamos por que había hablado con Peter. Cuando le contamos lo que había sucedido, se sorprendió mucho. Le preguntamos por qué había desaparecido, y nos dijo que se había ido a trabajar en un encargo muy urgente de su empresa, y que se había despedido de James al salir. Nosotros nos miramos, dado que sabíamos que ambas cosas no eran ciertas. Pero teníamos muchas cosas que hacer antes de hablar con ella.
Para empezar, ver si estábamos pinchados, ya que todo el jodido mundo parece saber donde estamos a cada momento. Para eso, vamos a la empresa de Julia, en la que un técnico encuentra todo tipo de emisores en nuestros coches. Decidimos tenerlos localizados, para poder "jugar" con nuestros perseguidores si nos conviene. Tras un rato de acalorado debate en la cafetería, decidimos que nos pasaríamos esa noche por Cabrini Green, para intentar detener al hijo de puta en cuestión. Peter y Julia decidieron, antes de eso, ir a ver a un par de compañeros de trabajo de Martín Whinfield para averiguar cosas sobre su comportamiento y sobre su relación con (), compañera de trabajo y con la que se rumoreaba que había tenido una aventura. El resto nos fuimos a comisaría a hacer algo de papeleo y prepararnos para la noche. Molly y Audrey se encierran a trabajar sobre distintos enfoques del perfil de Torso, a ver si consiguen averiguar algo. James se pone con los ordenadores. Pasa algo de tiempo cuando recibimos una llamada urgentísima de Julia; han encontrado asesinado al portero del edificio en el que vivía la mujer que iban a interrogar. Sin perder un segundo, cogemos el coche y pisamos bien el acelerador. Unos seis minutos más tarde estamos en la escena. El portal está cerrado, pero lo abrimos llamando al portero automático. Encontramos al portero, con el cuello rajado y la cara marcada por dos cortes simétricos. Armas en mano nos metemos en el ascensor, de camino al décimo. Solo tardamos treinta segundos, pero se me hacen eternos. ¿Por qué no nos habrán esperado? Me tortura pensar que el asesino esté allí arriba con Julia y Peter y lo que pueda hacerles. Pero yo hubiera hecho lo mismo. Por fin llegamos arriba, en el que hay mucho ruido procedente de un piso con la puerta abierta. Tomo la delantera, cubriendo la zona cuidadosa pero velozmente. Entramos en un recibidor que da a un pasillo. En el suelo está Donovan, algo aturdido, que nos señala la puerta. Tiene el chaleco de kevlar destrozado, rajado, pero no parece herido. Oímos un disparo. Sin pararnos, abrimos la puerta, y allí está Julia, gritando algo de que el asesino ha saltado. Me asomo a la ventana; hay unas escaleras de incendios, pero ni rastro de Whinfield. Julia nos dice que lleva una rehén. Mierda. Me lanzo escaleras abajo a toda velocidad, con el resto detrás a escasa distancia. Llegamos abajo sin novedad; es un parque que rodea el edificio Julia me señala un punto entre los árboles donde se supone que ha caído Whinfield. Allí hay huellas como si efectivamente un gran peso hubiera caído desde mucha distancia. Nos agrupamos, atentos a todo, por que el asesino no puede andar lejos. De pronto, Whinfield salta desde unos arbustos a nuestro lado. Todo es muy confuso; Audrey y Molly tratan de dispararle, pero el tipo es muy rápido. James se aparta de una cuchillada y yo veo una apertura y disparo. Sé que le he dado, pero no puede ser muy grave por que el hijo de puta se mueve como una pantera. Y de pronto, antes de que ninguno podamos hacer nada, el tipo salta. O algo así, por que nunca he visto a nadie elevarse como si tuviera una cama elástica debajo. Alcanza la rama de un árbol, se encarama y empieza a desaparecer en la espesura. Rápidamente Peter dispara entre las hojas... y un bulto cae al suelo. Me acerco cuidadosamente, encañonando la figura caída. Tiene el cuchillo a un lado, que aparto de una patada. Voy a esposarlo, pero me doy cuenta de que está muy malherido. La bala de Peter le ha entrado por la espalda, probablemente alojándose en un pulmón. Sin pararnos a pensar lo que el hijo de puta ha hecho, Molly y yo nos ponemos a tratar de estabilizarle, mientras James va a llamar a una ambulancia. El resto creo que se fueron a registrar los alrededores. No sé; los siguientes minutos se hacen eternos, el hombre parece que se nos va. Ha entrado en shock, pierde mucha sangre... Los minutos pasan, y Molly y yo cada vez estamos más desesperados. Pero por fin conseguimos restañar la herida y detener la hemorragia, y parece que el peligro más inmediato ha pasado. Llegan las ambulancias, y nos sentamos exhaustos. Han encontrado la rehén, inconsciente pero no herida. Audrey se ha hecho con el cuchillo, está pálida. En el hospital me siento a darle vueltas a algo que se nos escapa. Caigo en ello, es el niño. ¿Dónde ha escondido al niño? No va a poder hablar en algún tiempo, así que tenemos que exprimirnos bien la cabeza. Por fin Audrey cae en ello; la casa del primer Torso. Me acompañan a investigar Audrey y Julia. La zona está prácticamente desierta. Cuando llegamos, vemos que la casa de Michael Bendiss, el primer Torso, está condenada. Pero al lado del edificio de enfrente vemos un coche que ya conocemos; el fisgón de la casa de Whinfield, la noche de los primeros asesinatos. Nos acercamos a examinarlo, con mucho cuidado. No encontramos nada relevante, pero rajamos las ruedas en previsión de que los cómplices de Whinfield puedan escaparse (sabíamos que Whinfield había tenido compañía la noche que masacró a su familia)
Nos acercamos a la puerta. El porche no tenía nada de polvo, y la puerta estaba asegurada por una cadena y un enorme candado, ambos completamente nuevos y en buen estado de uso. Julia se puso inmediatamente con ello, y Audrey yo montamos guardia. Al poco, notamos que del edificio de enfrente salía un tipo furtivamente, tratando de que no le viéramos. Se dirigía a mi coche, y parecía que no hubiera notado que le habíamos visto. Le indiqué por señas a Audrey que me cubriera y me acerqué yo también al coche, sigilosamente, usando este como cobertura. Llegué a mi lado del vehículo y esperé un par de segundos hasta que noté al tipo acercarse a mí. Entonces me puse en pie, le apunté con mi escopeta y le di el alto. Y el tipo, sin cortarse un pelo, me lanzó una cuchillada con un machete que llevaba. Conseguí apartarme a duras penas, y sin pensarlo, le descargue un tiro en las piernas. Quería a ese hijo de puta vivo (sospechaba que si nos atacaba, debía ser uno de los secuaces de Torso). Justo en ese momento oí un grito de Audrey, y me giré justo a tiempo para ver como otro tío me apuntaba con un arma, pero no para echarme al suelo. Suerte que el coche y mi chaleco estaban ahí y el tío no pudo más que magullarme las costillas. Antes de que pudiera hacer nada acerca del tipo, Audrey me redujo la cantidad de problemas en uno colocándole una buena porción de postas en pleno pecho al cabrón, que se fue al suelo sin decir esta boca es mía. Mientras, mi otro atacante hacía amagos de levantarse, así que sin mayor contemplación, le di un buen culatazo que lo dejó inconsciente. Les esposamos al coche y Audrey, que ya había pedido refuerzos, se quedó vigilándoles.
Julia había reventado sin problemas el cerrojo, y me esperaba en la puerta. Entramos juntos en la casa, que estaba llena de polvo salvo por un camino marcado por un montón de huellas de pisadas. Estas conducían a unas escaleras que bajaban a un sótano. Antes de bajar, revisamos con cuidado las escaleras, notando que habían sido serradas; si no bajabas por un lateral, se partirían, llevándote a Dios sabe donde. La bajada fue como descender un círculo del infierno. La oscuridad era casi absoluta, solo rota por la luz de nuestras linternas. Las paredes estaban cubiertas de manchas mohosas. Flotaba en el aire un hedor viejo, a humedad, a cerrado, y a cosas mucho peores, pudriéndose en los rincones.
En el sótano había muchas estanterías, cubiertas de bultos oscuros. Al fondo vimos una puerta, y de ella salían gemidos de una voz infantil. Sin dejar de esperar un ataque, nos dimos prisa en llegar al cuarto. Allí nos esperaba una escena que casi nos hizo vomitar. Colocados en medio de la sala había dos sillones de orejas. En uno de ellos estaba el niño, al que le habían roto las rodillas con un pesado mazo que había tirado por ahí cerca. Estaba inmovilizado, atado con alambre espino, y su posición le obligaba a mirar al sillón que había colocado justo en frente. En él, un cadáver yacía abierto en canal, pudriéndose.
Liberamos al niño del alambre y tratamos de calmarle mientras llegaban los refuerzos, que se presentaron unos pocos minutos más tarde.
Todo eso ha ocurrido hace unas horas. Sé que esta noche no voy a poder dormir bien. Hemos cogido a ese cabrón, pero hay mucho cabo suelto aún. Además Audrey decía algo de que el cuchillo es un ancla del fantasma de Bendiss, o algo así, y que hay que destruirlo o todo volverá a empezar.
Que dios nos proteja a todos.
La segunda es que recibimos la visita de un extraño tipo muy trajeado que sabía dónde estábamos (¿cómo?), diciéndonos que no teníamos que preocuparnos por la vigilancia, ya que esta era llevada a cabo por los mismos que habían influido para formar el equipo y que la quitarían si nos dificultaba la investigación. Además nos dijo que podrían levantar algo la mano si nuestras investigaciones nos llevaban a hacer algo no demasiado legal. El tío era un jodido arrogante, y no nos dio buena espina a ninguno, pero lo que pasó cuando el se fue nos borró, de momento, todas las ganas de elucubrar sobre ello.
De pronto, la puerta reventó, al igual que las ventanas, y cinco tipos harapientos entraron armados de cadenas, palos y navajas, gritando algo así como "por el santo Torso". Se armó el Pandemonio. Tras esquivar un cadenazo, derribé a uno de un disparo y un golpe con la culata de mi pistola, y reduje a otro que atacaba a Molly. Cuando logré esposarle, el hijo de puta me había hecho un corte en el brazo. Todo había ocurrido muy rápido y el resto había logrado librarse de sus atacantes sin lamentar más que unas cuantas magulladuras. Llegaron bastantes coches patrulla y alguna ambulancia, que se encargaron de los harapientos. También llegó Julia, que sabía donde estábamos por que había hablado con Peter. Cuando le contamos lo que había sucedido, se sorprendió mucho. Le preguntamos por qué había desaparecido, y nos dijo que se había ido a trabajar en un encargo muy urgente de su empresa, y que se había despedido de James al salir. Nosotros nos miramos, dado que sabíamos que ambas cosas no eran ciertas. Pero teníamos muchas cosas que hacer antes de hablar con ella.
Para empezar, ver si estábamos pinchados, ya que todo el jodido mundo parece saber donde estamos a cada momento. Para eso, vamos a la empresa de Julia, en la que un técnico encuentra todo tipo de emisores en nuestros coches. Decidimos tenerlos localizados, para poder "jugar" con nuestros perseguidores si nos conviene. Tras un rato de acalorado debate en la cafetería, decidimos que nos pasaríamos esa noche por Cabrini Green, para intentar detener al hijo de puta en cuestión. Peter y Julia decidieron, antes de eso, ir a ver a un par de compañeros de trabajo de Martín Whinfield para averiguar cosas sobre su comportamiento y sobre su relación con (), compañera de trabajo y con la que se rumoreaba que había tenido una aventura. El resto nos fuimos a comisaría a hacer algo de papeleo y prepararnos para la noche. Molly y Audrey se encierran a trabajar sobre distintos enfoques del perfil de Torso, a ver si consiguen averiguar algo. James se pone con los ordenadores. Pasa algo de tiempo cuando recibimos una llamada urgentísima de Julia; han encontrado asesinado al portero del edificio en el que vivía la mujer que iban a interrogar. Sin perder un segundo, cogemos el coche y pisamos bien el acelerador. Unos seis minutos más tarde estamos en la escena. El portal está cerrado, pero lo abrimos llamando al portero automático. Encontramos al portero, con el cuello rajado y la cara marcada por dos cortes simétricos. Armas en mano nos metemos en el ascensor, de camino al décimo. Solo tardamos treinta segundos, pero se me hacen eternos. ¿Por qué no nos habrán esperado? Me tortura pensar que el asesino esté allí arriba con Julia y Peter y lo que pueda hacerles. Pero yo hubiera hecho lo mismo. Por fin llegamos arriba, en el que hay mucho ruido procedente de un piso con la puerta abierta. Tomo la delantera, cubriendo la zona cuidadosa pero velozmente. Entramos en un recibidor que da a un pasillo. En el suelo está Donovan, algo aturdido, que nos señala la puerta. Tiene el chaleco de kevlar destrozado, rajado, pero no parece herido. Oímos un disparo. Sin pararnos, abrimos la puerta, y allí está Julia, gritando algo de que el asesino ha saltado. Me asomo a la ventana; hay unas escaleras de incendios, pero ni rastro de Whinfield. Julia nos dice que lleva una rehén. Mierda. Me lanzo escaleras abajo a toda velocidad, con el resto detrás a escasa distancia. Llegamos abajo sin novedad; es un parque que rodea el edificio Julia me señala un punto entre los árboles donde se supone que ha caído Whinfield. Allí hay huellas como si efectivamente un gran peso hubiera caído desde mucha distancia. Nos agrupamos, atentos a todo, por que el asesino no puede andar lejos. De pronto, Whinfield salta desde unos arbustos a nuestro lado. Todo es muy confuso; Audrey y Molly tratan de dispararle, pero el tipo es muy rápido. James se aparta de una cuchillada y yo veo una apertura y disparo. Sé que le he dado, pero no puede ser muy grave por que el hijo de puta se mueve como una pantera. Y de pronto, antes de que ninguno podamos hacer nada, el tipo salta. O algo así, por que nunca he visto a nadie elevarse como si tuviera una cama elástica debajo. Alcanza la rama de un árbol, se encarama y empieza a desaparecer en la espesura. Rápidamente Peter dispara entre las hojas... y un bulto cae al suelo. Me acerco cuidadosamente, encañonando la figura caída. Tiene el cuchillo a un lado, que aparto de una patada. Voy a esposarlo, pero me doy cuenta de que está muy malherido. La bala de Peter le ha entrado por la espalda, probablemente alojándose en un pulmón. Sin pararnos a pensar lo que el hijo de puta ha hecho, Molly y yo nos ponemos a tratar de estabilizarle, mientras James va a llamar a una ambulancia. El resto creo que se fueron a registrar los alrededores. No sé; los siguientes minutos se hacen eternos, el hombre parece que se nos va. Ha entrado en shock, pierde mucha sangre... Los minutos pasan, y Molly y yo cada vez estamos más desesperados. Pero por fin conseguimos restañar la herida y detener la hemorragia, y parece que el peligro más inmediato ha pasado. Llegan las ambulancias, y nos sentamos exhaustos. Han encontrado la rehén, inconsciente pero no herida. Audrey se ha hecho con el cuchillo, está pálida. En el hospital me siento a darle vueltas a algo que se nos escapa. Caigo en ello, es el niño. ¿Dónde ha escondido al niño? No va a poder hablar en algún tiempo, así que tenemos que exprimirnos bien la cabeza. Por fin Audrey cae en ello; la casa del primer Torso. Me acompañan a investigar Audrey y Julia. La zona está prácticamente desierta. Cuando llegamos, vemos que la casa de Michael Bendiss, el primer Torso, está condenada. Pero al lado del edificio de enfrente vemos un coche que ya conocemos; el fisgón de la casa de Whinfield, la noche de los primeros asesinatos. Nos acercamos a examinarlo, con mucho cuidado. No encontramos nada relevante, pero rajamos las ruedas en previsión de que los cómplices de Whinfield puedan escaparse (sabíamos que Whinfield había tenido compañía la noche que masacró a su familia)
Nos acercamos a la puerta. El porche no tenía nada de polvo, y la puerta estaba asegurada por una cadena y un enorme candado, ambos completamente nuevos y en buen estado de uso. Julia se puso inmediatamente con ello, y Audrey yo montamos guardia. Al poco, notamos que del edificio de enfrente salía un tipo furtivamente, tratando de que no le viéramos. Se dirigía a mi coche, y parecía que no hubiera notado que le habíamos visto. Le indiqué por señas a Audrey que me cubriera y me acerqué yo también al coche, sigilosamente, usando este como cobertura. Llegué a mi lado del vehículo y esperé un par de segundos hasta que noté al tipo acercarse a mí. Entonces me puse en pie, le apunté con mi escopeta y le di el alto. Y el tipo, sin cortarse un pelo, me lanzó una cuchillada con un machete que llevaba. Conseguí apartarme a duras penas, y sin pensarlo, le descargue un tiro en las piernas. Quería a ese hijo de puta vivo (sospechaba que si nos atacaba, debía ser uno de los secuaces de Torso). Justo en ese momento oí un grito de Audrey, y me giré justo a tiempo para ver como otro tío me apuntaba con un arma, pero no para echarme al suelo. Suerte que el coche y mi chaleco estaban ahí y el tío no pudo más que magullarme las costillas. Antes de que pudiera hacer nada acerca del tipo, Audrey me redujo la cantidad de problemas en uno colocándole una buena porción de postas en pleno pecho al cabrón, que se fue al suelo sin decir esta boca es mía. Mientras, mi otro atacante hacía amagos de levantarse, así que sin mayor contemplación, le di un buen culatazo que lo dejó inconsciente. Les esposamos al coche y Audrey, que ya había pedido refuerzos, se quedó vigilándoles.
Julia había reventado sin problemas el cerrojo, y me esperaba en la puerta. Entramos juntos en la casa, que estaba llena de polvo salvo por un camino marcado por un montón de huellas de pisadas. Estas conducían a unas escaleras que bajaban a un sótano. Antes de bajar, revisamos con cuidado las escaleras, notando que habían sido serradas; si no bajabas por un lateral, se partirían, llevándote a Dios sabe donde. La bajada fue como descender un círculo del infierno. La oscuridad era casi absoluta, solo rota por la luz de nuestras linternas. Las paredes estaban cubiertas de manchas mohosas. Flotaba en el aire un hedor viejo, a humedad, a cerrado, y a cosas mucho peores, pudriéndose en los rincones.
En el sótano había muchas estanterías, cubiertas de bultos oscuros. Al fondo vimos una puerta, y de ella salían gemidos de una voz infantil. Sin dejar de esperar un ataque, nos dimos prisa en llegar al cuarto. Allí nos esperaba una escena que casi nos hizo vomitar. Colocados en medio de la sala había dos sillones de orejas. En uno de ellos estaba el niño, al que le habían roto las rodillas con un pesado mazo que había tirado por ahí cerca. Estaba inmovilizado, atado con alambre espino, y su posición le obligaba a mirar al sillón que había colocado justo en frente. En él, un cadáver yacía abierto en canal, pudriéndose.
Liberamos al niño del alambre y tratamos de calmarle mientras llegaban los refuerzos, que se presentaron unos pocos minutos más tarde.
Todo eso ha ocurrido hace unas horas. Sé que esta noche no voy a poder dormir bien. Hemos cogido a ese cabrón, pero hay mucho cabo suelto aún. Además Audrey decía algo de que el cuchillo es un ancla del fantasma de Bendiss, o algo así, y que hay que destruirlo o todo volverá a empezar.
Que dios nos proteja a todos.